© Genoveva Arcaute

Todas somos Frida

Todas somos Frida
Dijo la filósofa
Se sacó la camiseta
Y mostró una cicatriz
En el lóbulo frontal
(las mujeres lo tienen en el útero,
piensan con el vientre
y juzgan con la entraña)

Dijo también que todas
Nos pintamos un rostro
Sobre piel o sobre tela,
Unas cejas, un bigote, unas trenzas
Que desmientan
El frágil cascarón que queda abajo.
Y unos trajes de colores que disfracen
Esos huesos tan faltos de glamur
Con sarapes enroscados
en los muslos, los hombros, la cintura.

Todas somos Frida.
Con un Diego
Tan feo como un sapo veterano
De ojos grandes y párpados hinchados
Vientre lleno y falo indoblegable,
Haciendo juego.

Todas somos Frida.
Con espejo incorporado
Que vigila las poses del modelo
En la cama de hierro de unas vísceras
Constantes en la alarma del quirófano,
Unos senos que amenazan con tomías
Y obscenas ortopedias.

Todas somos Frida
Cuando vamos a nuestro vernissage
Con la cama puesta en ambulancia
Para discutir los tropos y las formas que creamos.
Todas somos Frida,
cicatrices y cenizas.

Mi cuerpo es un mapa del dolor

Mi cuerpo es un mapa del dolor
Las uñas (con restos de piel enrojecida)
Disparan las flechas de la fuga o de la despedida
Mis cabellos señalan rumbos de extravío
En el sinsentido de las jeringas del reloj
El rodete en espiral despista a los piratas
Que husmean por hacerse con el mapa
Mis venas vuelven mientras mis arterias van
Ya con cierta fatiga de impaciencia.
Ni mis senos ni mis rotulas
Son bizcos, pero igual,
No se sabe dónde apuntan: ¿Adelante? ¿Al abismo?
Mis ojos se revuelven en guiños y soslayos contradichos
Sin claves con implícitos,
No resuelven.
Mis pies miden los pasos que llevan al tesoro
Los seguirás sin hacer sombra en las espaldas,

Porque vendrás, bandido,
Y enrollará la piel ajada
Y con ella partirá a la isla prometida.
Sobre arena de playa desplegará este cuerpo
-este mapa del dolor-
como una alfombra hollada
mientras mi piel se dora como hogaza
y el calorcito marca las líneas a seguir
Habrá de persignarse en la frente el corazón las ingles
De lamer las cicatrices del costado
Y sí: Contará los pasos, bailará su baile
(no me tapes el sol)
y por fin el pico hierro cavará en los tres puntos
¿acertará en primera? ¿el tesoro es uno o trino?
Plata gris del cerebro
Granates y rubíes de dulzuras en el pecho
Abajo sombra fresca de cavernas minerales
Toma el cofre
Mi cuerpo es un mapa del dolor.

Lluvia

Mientras lloran las cuerdas de mi garganta
Aguanta el cielo un toldo, inminente, oscuro y ominoso.
Ya llovía antes en mí, en mi cuaderno
Mis ollas y mi suéter, que acabo de doblar
Con sus húmeros lisos en la espalda.
Sobre su cuello volcado.
Mi cabeza llueve una garúa helada y en el cielo
Los pájaros caen, por vencidos, como cáscaras de fruta
Como medias en par que enrollo fláccidas.
Las cuerdas son ahora un cello lastimero que no mueve mis labios.
El cielo arría su estandarte negro
Y en los pliegues se dibuja el fuego.
Entre mis frontales, el alma de la caja
tensa unos cordones venosos por afuera.
Es la angustia que aún llueve
En los patios las alcobas los armarios,
Debajo de las mesas y las sillas,
Adentro de los libros y las cartas, en las máquinas de hablar
Y en la harina, el arroz y las lentejas.
Las macetas desbordan su copa de tierra y salpican mis pantuflas.
Ya no hay silencio o música
Solamente y por las comisuras del patio embaldosado
Agonizan canaletas y rejillas un barrito baba
color de hoja café.

Una piedra de río

Una piedra de río
Quién ha puesto a medio palmo enterrado
En mi pecho
Esta piedra de río
Del tamaño de un puño
Blanca, gravosa y lisa

Quien ha puesto allí un rolito
Huidizo, resbaloso
Hielo turbio, ojo grueso en gruesa aguja
Sin Gerdas que lloren, tibia luz de amor y sal
Y sin reinas de la nieve que vencer
Y quién, a veces, pone allí este neumático de auto
Con aire que no late en su malla de acero
Impenetrable caucho Michelin perfecto
Enterrado, a medio palmo entre mis tetas.

Salí entonces a buscar un corazón de fantasía
Granate, cóncavo y caliente, cualquier talla
-cirujana- salí armada
Con un cuchillito alfiler en punta, bisturí de duende
Y atrapé un colibrí
Adentro de una enorme campánula de mieles.

Corazón de colibrí en mis plexos vacíos
Gota de sangre que late cayendo en el vacío
Colgando en los racimos violetas de los vasos
Socorriendo con tiernos sentimientos
Mis órganos helados
(paz para el hígado guerrero, dulces para el páncreas de cartón
Juguetes para el útero vacante y tratados de lógica para el seso)
Corazón de colibrí en corpachón de hembra
Color y vibración, electro insuficiente.
¡esperen! La pausa del latido…
Iremos a otra góndola, veamos:
¡corazón de reptil! ¿lágrimas de grifo? ¿lengua ponzoñosa?
Blanca sangre fría, no.
Corazón de mamífero,
cuero piel caricia a contrapelo
Feliz de huesos, risa de colmillo
Lengua afuera mascota
Delicia de asador, proteína de la vida
glóbulo que ama da y perdona
en el pecho a dos palmos enterrado.

Punzante

Puntas, puñales, cuchillos,
Facas, cutters y navajas,
Jeringas, agujas, bisturíes,
Alfileres de vudú, pero sutiles.
Invisibles.
¿Borgianos? Para nada.
¿Lorquianos?
Virtuales (no desgarran menos)
Laceran los órganos internos,
Rayan las mucosas tibias, rosas.
No estás donde estás.
¿Con quién? ¿Qué decís, qué te dicen?
¿Qué mensajes borrás?
Qué sonrisa que nunca te vi
Blande los puntazos, de plano y de hacha
Y dibuja, un croquis de dolor…
La celosía,
el pentagrama de la melodía, letanía letal, desangelada.
Ya de vuelta, después de la pesquisa,
Me armo a mi vez con punta dulce
Y espalda en la pared de cualquier cuarto
Yo, comadre compadrita, pendenciera y feroz
Apunto todo el filo,
Todo el acme con rayos de mil voltios
A tu rostro.
Pincho y punzo, pico y marco
La verdad de tus ausencias,
Rasuro tus palabras al filo de la piel
despellejo los relatos
¿Son mentiras?
Entonces desollado tu corazón de espinas
Es el despojo fresco de mis celos rojos.

La niña de Reynolds

La niña de Reynolds viene a visitarme desde su sueño al mío.
Lleva en sus brazos un cachorro,
Es la hija muerta.
¿Quién ha puesto en sus manos ese animal?
No nosotros.
¿Y quién la ha vestido así, con ese lujo?
Tomo entonces la lámina y hago un rompecabezas.
En las otras caras hay:
Un niño
–creímos que sería otro varón-
Un príncipe,
el que nunca la tendrá
Ella misma, a los trece, vestida para fiesta,
Ella también con un cordero,
-muerte en la inocencia-
Y tres damas con peinado alto,
Las que cortaron el finísimo hilo de su aliento.

Yo sólo soy la mano que encola los pedazos
Y lija los cubos de madera.

Poemas en la PC

Chateando con la musa del odio,
fui instigada con argucias carroñeras,
Me dictó dos o tres abracadabras
Y puse mano aleve a los teclados.
Pulsé todos tus números y violé los archivos
(las contraseñas se derretían como cáscaras de hielo)
No me detuve, no podía detenerme,
Y entre todos los nombres busqué el mío.
Entre tantos y tantos el buscador se cansaba
Hasta que me entregó los resultados
Con resuello de perro satisfecho:
En un archivo oculto estaba muerta
En otro estaba viva.
No era yo, pero dormía en los mismos hoteles
con las mismas dulces sábanas de amor.
Los secretos caían en cascada delante de mis ojos
Y el parlante del tamaño
De una caja de fósforos
Mojaba cada tecla
Con fuego y hielo en gotas
Y su música era un río
Que corría sin rumor hacia la muerte.
Cerré todas las ventanas, vacié la papelera
Chumbé a los gatos negros.
Y en la pantalla gris de mis entrañas
Impuse al ratón todas
las opciones de la despedida.
Y el cielo ya no fue azul
Ni las nubes blancas.
Una mancha salada salpicó
de pixeles fractales el cristal.
Entonces me puse a recortar
cuchillos del tamaño de un puñal
Y me senté sobre ellos.

Ocho

Mi vida es un camino de moebius.
Por si alguien lo ignorase:
es un ocho maldito, endemoniado,
móvil, bailarín, cintura de perfil
y formas generosas.
Oscila, fluctúa y da lo mismo
derecho y revés.
También, si me permiten,
es un rebelde y cruel panqueque
que en el aire se desmadra,
y desconcierta a la pobre cocinera:
¿Por dónde lo untará?
¿La blancuzca mitad o el reverso dorado?
Entonces cuando el monstruo
cae redondo en la ardiente panquequera,
la tonta cocinera…
(borren ese verso y cómanse el bizcocho, con disculpas)

Y vuelvo al disco, la cinta
la autovía retorcida
porque el punto es que me hace regresar
por un camino
que me es nuevo, no es el mismo, y no es el mío.
Y allí estás y no te cruzo
y las marcas de tus pies cabeza abajo
son apenas pedregullos que si piso
te despiden al espacio.
Tu cabeza, tus labios, tu mirada
están tan lejos, lejos de los míos
que muy de vez en cuando
nuestras plantas se tocan al través
de la gasa delgada de la cinta.
Nuestros dedos juegan al amor
pero en el clímax queremos correr hacia el encuentro
y yo voy por un paisaje, vos por otro.
tan veloz, al borde del aliento te persigo
que en ese infierno de la física
espero hallar mi espalda a la carrera
y encontrarme con otra que te corre,
como yo, desesperada,
que te alcanza.

Entonces, cansada de figuras, arrugo la cintita celofán
y la tiro al desperdicio con cáscaras y borras.
o con una hebilla le esponjo las orejas
y la prendo en mi cabeza,
para verte.

Ratonera

La casa-ratonera ha quedado limpia:
En un cajón del armario están tus huesos
Y en el otro los míos.

Los pelos que perdiste,
los pelos que perdí,
Debajo de la cama son
un animal manso y cariñoso
Que nos despierta a las mañanas.
Las uñas que nos cortamos
son una inmensa cáscara de huevo
en el jardín que a todos maravilla.
Y nuestros jugos, evaporados,
Una mancha profunda en el colchón
para escándalo de obispos y mucamas.
Muchas rejas arrenglonan las ventanas
según nos aconsejan,
Y en las horas vivas
en las horas muertas
Reviso los álbumes para aspirar,
con aullido de sirenas
Los rostros del pasado –así no vuelven-

Ya planché las paredes
ya fregué las lechugas
ya enceré los toallones
que dicen you y me.
Ya me toca la siesta,
nuestro perro, olfatea
mis axilas con cariño
Y se recuesta tibio, en tu almohada.

A tu regreso, serviremos
copas de jabón con granos de mostaza
y liquidámbar.
Un aperitivo, después de las noticias.
Y en la alta noche ¡clap, clap, clap!
Saltan los resortes, los alambres,
el mundo convulsiona
Y por el pecho
(nos comimos el queso, ¡qué remedio!)
nos toma el artefacto, o sea el lecho.

De todos los ratones que pululan
Que fortuna, atrapada con vos

Tajadas de juventud

Tengo dos tajadas de juventud en el freezer.
Y no sé qué hacer con ellas.
No alcanzan para la familia
Ellos
Ya comieron la pieza casi entera
y esto es el sobrante.
Se alimentan de potes de colores,
vitaminizados
Pastillas de magnesio
o pastas industriales.
Podría hervirlas y entonces
Acaso se hincharían y rendirían más.
Al horno no, que todo lo reduce
Y requema, bocado cascarudo y reseco.
También podría servirlas en la cena
para vos y para mí
¿Te avendrás a gastar el aguinaldo en vino?

Hay también otras opciones:
podría fetear muy finas las rodajas
Meterlas en panes con sabores variados,
Sellarlos en los bordes
Ponerlos en un taper,
ponerlo en la mochila
Y salirme por el mundo.
Quizá me los comiera
contemplando el paisaje
Quizá los convidara.

O si no picarlas finamente
Mezclarlas con adobos
y pimientas de colores
Y porqué no esencias,
incluso sándalo incluso pachulí
Y hacer con la mezcla
bocaditos misteriosos
Y dar una fiesta.

Pero lo pienso, te encuentro
ya no dudo:
Haremos una cena, prenderé unas velas
Compraremos el malbec con la tarjeta
Para entrar mareaditos
Vos y yo
En la vejez

De la muerte por celos

Vuelve, vuelve la oscura traza
De la muerte por celos.
A apretar con su puño inmenso
Mi corazón de puño hasta exprimirle hiel
Por artes raras de patología
Se cuela por mi oído y revuelve los huesillos
Que martillan la duda y la certeza,
Se cuela por mi boca al aspirar tu aliento
(yo preparo todas tus comidas)
Por mis ojos cuando leo todas las letras
de todos tus archivos
Todas las máquinas
de mandar mensajes.
Pero todas las claves aleves y leales,
se me niegan
Vuelve la oscura traza de la muerte por celos
Aleteo de murciélago en el plexo
Torniquete de pellejo
a la altura del ombligo

Vuelve a colarse por mis puertas de abajo
Y me hace preguntar dónde estuviste,
Animal sediento malcriado,
Que me trae de beber y me contenta
Bello animal de compañía
Que tapa mi boca y reclama con susurro.

Vuelve negra traza de la muerte por celos
Se cuela por mis poros
y eriza mis arterias
Ponzoña mis raspones,
infecta mis bebidas,
Corroe las mucosas
de mis partes más suaves
Y fecunda la cizaña
en el bosque de mis venas.

Andate, negra traza, juira perra, alimaña,
Andate de mi mesa, de mi cama, de mi casa

Fuera negra traza de la muerte por celos

Tres de amor

I

Fuimos los dos una gorda
pelota feliz
Platónica androginia
¿No es cierto, mi amor?
Y mis uñas con brillo
y tus manos más rudas
y mis pechos lactores
y tus brazos musclados
eran aire en el aire de su seno,
mundito concavado sin arriba ni abajo…
No fuimos menos que un monstruo integrado
mondo, cabal, órbico, liviano.
Con tus pies de cien leguas,
con mis piernas sentadas:
poltrona, regazo y hamaca.
El globo reía –platónica broma-
de vos y de mí.
¡Y cómo reía, mi amor!
unisex, amoroso ciempiés.
Un parásito doble, generoso y noble
que da lo que quita y lo que pierde da.
Y tocaron el timbre,
simple,
así como así ¿te acordás?
y la espita, el esfínter,
y la pena nació:
Vos y yo. Ya no uno. Ya dos.
Una expuesta fractura,
unos vasos goteantes,
unos charcos de plasma,
una mierda quedó.
Por la puerta bacterias
encontraron abierta
y entonces
ni parches, ni gotas que secaran rápido
ni pomos de ungüento
soldaron jirones. La goma es fatal.
casquito de esfera mortal.

Alma de bolita,
vidrio impenetrable…
mercurio inasible
¿Querés? Vamos a jugar.

II

Nací de tu muslo, parida mayor
y fue mi placenta
tu hueso de andar, de varón.
De mi frente, mis sienes naciste,
lactaste mi seso, leche espesa y gris,
llegaste de afuera a mi matriz.
Mi vulva te expulsó nacido
tantas veces.
En tu infancia de hombre
fue vuelta, puerta, entrada y meta
y mi infancia, al contrario
fue la aguja imantada en el eje de sangre
en cuadrante de sábana y pluma
señalando tu impuesto navegar.
Y los dos, malcriados,
vos, el hombre, hijo de mi mente
huésped de mi entraña.
Y yo, obra, idea, hija-esperma
hecha poema
al cincel de tu pulso
carne-mármol rosada.
Niño, niña jugamos con eros
la ronda del amor.

III

Cuerpo fileteado soy,
arte de varón,
búlgaro diseño estampado
en todos los sitios, tatuado
en mis episitios
incluso, ¿sabías?
que nunca quisiste mirar:
tomías, cruentas.
Son huellas de una frankens
-consentida y gozada-
tización.
Y está el piercing también
¿qué pensabas?
botones cosidos de miradas metálicas,
láseres de luz
ingenuos tatoos:
mariposas y dardos en la juventud,
pero ahora:
quiero ver tus estrías y várices,
tu cuerpo marcado
por mis pies de baile
que nadie te quita.
Te quejes ¿quién sabe?
¿Borramos, pulimos?
Mirá, pongámoslo así:
dos cubiertas tan lisas
vos y yo, en derrape,
picada, peralte
pisteros, zarpados -sin garras-
sin guantes.
Amor,
Con la luz o sin ella
los cuerpos escritos,
con signos mil huellas
el texto, el poema.

Y uno de discordia

¡Ay lengua! ¡Ay lengua! ¡Ay lengua!
Carne tibia, muelle tapiz de grana…
Marisapidilla bruja, mujer que sabe,
y ensala sus armas: cilantro, persil, ajedrea,
salva la salvia saliva.
Llora tu salsa y espesa sabrosa,
¡Oh, my! ¡Oh, my!
Si detienes –no detengas-
ni te tengas si te vengas.
No detengas –digo- tu locomotiva
deja, sólo, en su boca,
mensajes de paz.
Si de guerra –oh, la loca votiva-
jura con su boca fabulario
dos palabras:
te perdono.
Pero no.
Para mí:
lengüitas en hielo con alcohol
con papilas –oh, papi- que te vocan.
Salva la salvia, saliva,
la malva, el bálsamo acedo, el cedrón, y el estragón
–justamente-
es lo que has hecho,
escabecho,
en el lecho
de mi corazón.

El mal de amor se cura

El mal de amor se cura
con dos o tres pastillas
en proporciones bien equilibradas.
Si tus mañanas son especialmente dolorosas
una mitad, un cuarto,
-aunque más-

Entonces la cocina o la oficina
serán toda otra cosa.
En casa por ejemplo
dejarán de desquiciarte sus ruidos:
de platos, de puertas o de vísceras.
En la oficina las pullas de tu jefe,
la gélida ceguera del muchacho más bello
o la preferencia de tu amiga por la nueva,
desaparecerán.
A la hora de la siesta, puede ser necesario
un poquito más,
los grises del cielo, el azúcar
que agoniza en tu sangre
la tristeza infinita la ausencia
y las dudas en la piel.
A la noche, ¡gran dios!, a la noche
hay que tomar la grande, la que toma
media parte de la humanidad
(pero, cuidado, si vas a conducir o manejar
máquinas que cortan,
no se recomienda… ¡mentira!.
Todos esos que dibujan
su trazo por las rutas
los ojos medio ciegos
la mano en la palanca
están –como vos- navegando
en la tregua de la pena.
Los reflejos dormidos,
la mirada doblada,
Y una melopea entre los dientes,
si se estrellan lo hacen
en infinita paz,
no se alteran sus latidos,
la presión de sus arterias)

A la noche, decía, tus sueños se abrirán
en ventana de Windows
Con música de circo.
Podrás poner replay y mirarlos
cuadro a cuadro
a pantalla completa.
Pero su contenido será,
un pastiche de tu día gris sin sobresaltos
que te dará risa.
Por la tarde podrás mirarte las novelas
Tu corazón latiendo cuidadoso
Por la dama o el galán,
el villano y la malvada.
La presión en su sitio,
La cabeza como jaula vacía
de un zoo abandonado.
Eso sí, recomiendo
que no compres tus píldoras
en la farmacia del barrio.
Todos dirán “¡mirala a la doctora,
mirala a la abogada
la artista, la de enfrente.
Su mirada cambió
ya no mira desde el negro
fondo de sus cuencas,
y esas ojeras de melancolía,
ya no tiene esos huesos a la vista
exoesqueleto dos talles más grande,
rellenó su trasero, sus pupilas relucen
como ojos de muñeca,
párpados al medio, vocecita lenta!”

Recomiendo comprar en farmacias lejanas,
A lo sumo el vendedor
dirá: “Aquí viene otra en su edad
A curar su terror con las mismas porquerías.”
Si es filósofo dirá
“la muerte no se frena con toda esta botica.”
Y si es poeta:
“belleza en la mirada pegada
triste a un cráneo lleno de metáforas,
andar de línea fina de dos dimensiones,
dibujo del alma.”

Las penas de amor se curan
con dos o tres pastillas
En los gramos correctos. Desatan
El nudo que se hace en la garganta
y ya no hay nudo en el estómago que acoge
lo que pudo pasar por ese trance.
Se transforma de globo inflado de gases venenosos,
en tónico dulzón a las mucosas de la digestión.
Se disuelve todo ardor de vinagre,
el alimento circula alegremente
y llega al color de las mejillas
y al hueco de las ropas de siempre.

El mal de amor se pasa…

Sin embargo, sin embargo, sin embargo,
no lo quiero curar,
no quiero echar baldes a los fuegos interiores
no quiero curar la diatriba del verso
no quiero que me lobo
tomicen el dolor
no quiero las químicas armas
y el olvido del dictum que me acosa.
No quiero ir por ahí
Cantando canciones de la radio
buscando otros amores
no quiero saludarlo en una esquina
como un buen recuerdo.
Quiero arder de dolor.

Pero tomo mis pastillas
me duermo como perro si lo dejan entrar
miro con alegría la gente que me cruza
que mira con alegría, y cura el mal de amores
con las mismas pastillas
hermanos de farmacia, hermanos de la química, beatos vencedores…

La mujer madura

Los ijares son oleadas de piel de terciopelo
bajo la caricia ondulan pliegues amplios dorados
con tibieza que cede sin urgencias.
Su entrepierna –vamos,
sus muslos por adentro,
son de gasa.
La mano arrastra como arena
que ha dejado el mar
una táctil alarma de desgarro.
Sus hombros, intachables,
esqueleto en funda protectora
tienen inviernos y veranos por pasar
sin ponerse a ser cadáver en acción.
Su pelo, lo querría una muñeca para sí.
(tiene dinero la mujer madura
y debilidad por las peluquerías)
Sus senos y su vientre
hacen más de un capítulo.
aquellos de belleza enciclopédica
tanta historia y tanta arqueología,
excavando las napas habrá moños
y broches y metales
puntillas de tantas temporadas.
No hay recortes ni parches ominosos
–frívolos o trágicos-
ya bastante hospital con tanto parto.
(Ni ver las batas blancas,
gigolós seductores,
aranceles viriles)
La región oscura
(que llaman periné)
es un mapa de fronteras en discordia,
un troquel que no figura nada,
sino el paso de Caín y Abel.
Esos senos, decía,
son los mismos de siempre
una blanca masa
de harina sin leudar
que ansía la mano del experto panadero
caliente, paciente
y muy madrugador.
En cuanto al vientre,
la panza,
la patria del ombligo,
no hay problemas con el nudo primigenio
que marcó el polo norte de la vida
y el polo sur del dolor,
es el entorno el tema,
una arena movediza,
sobrante de ella misma,
recorte para el pobre en las carnicerías.

¿Más detalles?
Sus gemelos de las piernas
son redondos y carnales,
se arrugan pero aguantan
las posturas del amor
y los pies la llevan lejos donde quiere
–es libre- la música o el baile.
Por eso,
no prenderle la luz y tolerar
la región de litigio.
Permitir la horizontal
feliz de la cosquilla
o el cúbito ventral –casa tomada-
Y amar la mujer deshabitada,
sus salas, su abandono.
No hablaré del cerebro,
la memoria, el corazón,
las leyes que se impuso.
No soy quien, no son quienes.

Floración

La pita es iconismo de misterio.
Plegaria irritada a dioses mexicanos.
Su capricho floral
-podría decir milagro-
todos los veinticinco
años impone
un ritmo de reloj inmenso
que abarca vidas
más que primaveras:
Una flor y su estallido.

Esta pita en el campo no florece
vigilada por mí unos diez años
justos. Es incógnita pura
enigma que burla mi paciencia.

Aletean sus brazos carnosos
-por decir,
no hay viento que baile
con sus lenguas temibles-,
medusa que lastima toda piel humana
al nimio roce.

Me esconde su misterio
¿Será ya menopáusica?
¿O está forjando fértil su erguida, ignota flor?
Hija esperada que agota
las sales de la tierra
su calcio, hierro, cromo,
su níquel y potasio,
en monstruosa matriz
que hará bella a esa hija imposible.

Amenazo su silencio
con hacerla picadillo
de tequila, sisal y mescalina,
sus dones a este mundo,
con algo de bar
y un poco de farmacia
y también de almacén
donde se compra
para atar los nudos
fibrosos de las cosas.

Su apellido es agave,
ninfa griega.
Agave aleve que esconde su secreto,
Agave hirsuto que defiende
el jugo vegetal para su obra
mientras desoye
las pullas de sus dueños
(que no oiga esta palabra,
ella no tiene dueños)
es señora de su tiempo que mide
floraciones como vidas.

Es el neutro de pitón,
un femenino
que da en el toro
don de muerte y abre herida,
como un diminutivo
su rotundez de agravio
se mengua en un veneno sutil,
narcotizante,
propicio de visiones y aleluyas.

A veces la contemplo
con un poco de ira
Interpelo el silencio,
pero no me contesta ¿viviremos
para conocerle el fruto de su savia,
recortada contra el cielo, epifanía
entre los altos árboles?
¿Será mañana, el próximo verano?
En ese caso habré de tomarle
diez mil fotos y su flor
será un cometa en el tiempo de mi edad.
Seré feliz un día.

Habré llegado tarde
a su milagro verde,
me temo, no soy
afortunada ni puntual,
me pierdo en pistas falsas
-Novalis o Melville-
y todos los eclipses desde niña,
entonces
pita, agave, dame, tu licor de olvido
tu jugo de visiones, tu guitarra ronca,
los nudos de la vida que se aflojan,
dame tu imagen
y en la punta de mis letras, esa flor,
tu enorme hija
inalcanzable.

La estética

He dejado mi cuerpo en condiciones:
Empecé por afuera,
con un guante de esponja apenas húmedo,
exfolié mi piel centímetro a centímetro
pliegue a pliegue hasta encontrar
abajo la piel del nacimiento.
secretando un jugo delicado
color rojo subido.
Quedó mi piel así,
amniótica y juvenil
ocultarla al sol por su inocencia.
Exfoliada, como un árbol
sin corteza y casi sin ramaje
(me podé casi al ras)
Puse talcos que cicatrizaran
ahogando los gritos
con trapos furacínicos.

Sólo entonces, pensé en los alimentos:
busqué todas las dietas,
la dieta de los pájaros, sin tener su pico
masqué su mijo, su alpiste
sus piedras de maíz.
Fui también tibetana
-el cordero y el té-
(el té lo tomaba, el cordero me miraba)
Y tapaba mi cuerpo con géneros enormes.
Mi voz se fue afinando,
con colores de trino,
canté así melopeas,
endechas y vidalas.
Nada le decían a nadie que me oyera.

Entonces cambié mis recetas
hice pastas de cereal,
mastiqué el amaranto minucioso
la quinua delicada,
amasé la harina, lavada con el agua,
la herví, hice un rollizo
oscuro, nutritivo y puro.
Me echaron de la casa, enloquecí,
por entonces ya había ensayado
los confites de pollo y el chocolate de hígado.
Todos los trucos los truqué,
buscaba qué sé yo qué esencia
en pastillas de bacterias.
con la leche común, bien machacadas.
Hice jugo de almendras, de soja,
de maní, de habas y de arroz.
Hice queso con la leche de lentejas,
de garbanzos, de soja y de maní.
Mi cuerpo ya era por entonces
un elegante esqueleto de mujer
una línea de historieta con su proporción
en las dos dimensiones de la hoja.
Algunos que poco me querían
auguraban males terminales
pero yo casi conforme
excusaba el trabajo
la edad y los achaques
todo en cruz.
Mi rostro se afinaba, la nariz se convirtió
en un filo de navaja,
y la punta redondita de insolencia infantil,
se desvaneció por siempre.
Las muelas apretadas de mascar los granos
se agarraron,
ya no podía silbar.
Figurín delgado, triste opaco,
percha de la moda,
corazón sin grasa.
Ya no sé quién soy, nadie me conoce…

No se muere de amor, pero es por poco.

Me nací

Me nací,
y fue de esta manera:
Tomé cuatro crayones
y me apuré en los trazos
-la tosca facha que se ve-
en el teclado urgí una melodía
de cuatro tonos grises.
Con el rostro usé jabón
(del neutro) y guante de crin
en las ojeras.
Me tiré de cabeza contra la pared
para ver si estaba viva
pero no podía largar el llanto.
El vagido fue, pues, un aullido
más bien hacia el ocaso
por el este de un púrpura atenuado.
En el espejo
imago que interroga sin respuesta
¡bautismo!
Larva fina que no adivina rostro me nací,
me faltó el nombre.
Y me arrojé al agua de sal
para ser hija de alguien
y conocí las lágrimas
-palabra del padre-
Me ungí luego con grasa de sartén
usada muchas veces
-la más pura- apuros de matrona.
(ningún sacerdote aceptó hacerse cargo
habráse visto, de mujer)

Ahora trato de acordarme
de un útero guarida
oscuro fresco tibio iluminado
lacustre marítimo fluvial,
amniótico hidratante
agua en torbellino, fuente de la magia…
No recuerdo.

Por eso, sin madre
me nací
me puse un nombre que no existe,
me vestí con ropas blancas para el óleo de la frente
y de negro para el óleo de los pies
-ir ganando tiempo-

Ayer mismo me nací, todo el mañana.

Descripción de llanto

Estalló en llanto
-es así como se dice-
cuando no había
mujer de la limpieza de testigo.
Así ocurrió:
Las pestañas, sin betún
fueron a dar
al blanco de ese muro
minúsculos paréntesis
¿ecuaciones de dolor entre sus combas?
¿incisos de incerteza?
grafos de caverna,
esperando un relleno aclaratorio,
un exégeta con armas de dulzura.

¿Los párpados?
persianas implosivas,
ventarrón de adentro,
voladizo, masa daliniana
y la sal,
mar en coma, en coche desfondado,
reguero en libertad de pólvora hacia abajo,
finas hebras de pena encabritada
mojando la camisa paralelas.
pausa en los pezones,
un alto de frescor y los empina
mana luego del escollo, suelto.
no leche como antes
leche y sal aguada
desciende hasta el pozo del ombligo.
junta su caudal anega el nudo,
enfría las entrañas y despiden
un río deshauciado.
ya al encuentro,
estriba en algún monte
cuela estalactita hasta el parquet.
no es sangre como antes,
es sangre y sal y leche deslavada,
caldo que mana como herida.

Ha quedado sola por un rato
estruendo de llanta estalla en llanto
detona en plena curva a la carrera.
muertos salpican el camino,
y derrapa derrapa en lentas olas
de orgasmo calado hasta los huesos.

Deseo

Artero me sujetas, me succionas,
con lámpara en la mano,
escupes –suavidad- adentro
y echas tapa con fruición y yo
-la enamorada-
atrapada en la burbuja
de cristal y de aire.
Mágica redoma

me miras y me amas
tu saliva globea, brilla.
Sonreímos.

(No me agito, feliz en mi refugio.
Ël me posa, cristal de magia blanca,
junto a la cama de los dos, tendida.
Sólo cabe mi cuerpo y alguno de sus dedos
que circula con tibieza en la redoma.)

Entonces, poderoso, refriegas la burbuja
(disparate de palabras cuando el deseo apremia)
El genio –yo- hace su epifanía,
prisionera encendida,
libre al fin
amando al carcelero.

Discutí con el espejo...

Discutí con el espejo
se hizo el roto
me dijo: abrite las venas

Otra descripción de un llanto

Ella llora siempre con los ojos cerrados
nada de cristales que le entornen las cosas
las aguas le bajan
detrás de los colmillos
y en catarata descienden
la curva del mentón
empapan la garganta
y las cuerdas de sonar,
si ella hablara
daría pena la sal de su dolor
que adoba las palabras con enes y con ges.
Después,
tragando el mar su aire
se moja como trapo
que quedó en el patio
tal vez hipo tos pudor desarme
su estoica compostura de escultura
cuyos solos hombros
dan señales de vida.

El nudo, mas abajo
tragó la sal y tensa en contractura
las fibras de su carne,
la víscera reclama pan y dulces
y a su ácido clima sólo llega
un vinagre que baja por los huecos
y su espasmo podría ser placer de esa clase
complicada,
orgasmo que libera
eléctrica serpiente hacia la nuca.
Cuando llegan
a los pies las lágrimas
sólo guardan el ardor de la carrera
Y sale ella, ojos secos, pequeños como insectos
hacia otro cuarto,
con más luz y viento y fuego.

Verbal

No usaría hoy el pretérito melancólico
no estoy para añoranzas o esdrújulos cotejos.
-Imperfectos serán, no tengo dudas
los trabajos y los días que dejé-
prefiero el potencial, rico de erres
y de íes acentuadas melodioso
candor de los deseos
espuela la libido nunca deja
en banda a la ilusión
en tanto nada da el indicativo
hecho real y presente
o pasado de un futuro.

Verba loca, dirán a mi persona
la punta de las letras
castillando
hipótesis en nubes de Valencia.

Pasado melanco paradigma
del texto que me pasma y que me roba,
condición de que se cumpla lo que digo,
profecía con cautela…

Casandrismo que calla
y sólo dice
en murmullo de sílabas –plegaria-
este absurdo poema de los verbos.

Playa

Este sabor de arena entre las manos
puñados calientes de piedras amigables
estos grillos que me ríen en los dientes
cruje sal gruesa y fina, puro yodo
este olor a látex del traje
mínimo que me cubre
ardiente y casi nada
este lamer el antebrazo
y ver el punto,
probada de cocina
¡Viva el mar!
Me tiendo en una fuente
de junco marinada
a tostarme y servirme con la cena.

Magia

Filigranas de humo en la cocina
genio que aparece y no pregunta nada
si así fuera
buscaría mi rostro en los azulejos
y en ese espejo me dibujaría.

Hundida en el humo de la sopa
nimio genio del cajón de las verduras
me conceda borrar esas líneas de sal gruesa
croquis de la malasangre

Sigo con la sopa la cebolla,
está llena de líneas redondeadas
y parejas, fibrosas y su jugo lustral
resuelve el llanto

El apio y las hojas de la albahaca
repiten las arrugas por cortadas
(¿es mi tallo también un muñón suelto
talado de su centro?
¿O es sólo que estoy vieja?)

No todo está caduco:
verdor del zapallito
sol de la calabaza
ajo de tan blanco
todo les perdono


Cuando las filigranas suelten
un genio saboroso
iré hasta mi silla con el tazón caliente
llegarás a pedirme
tu cucharón de caldo
sin brindar nos miraremos
haremos el reclamo
el humo escuchará
y cumplirá el deseo.

Caja

Destino de caja destino de mujer
mero continente soporte
de la realidad y luego
pastel que ha perdido su relleno
destino de bolsa
repleta de deseos
urna fraudulenta
sobre que se viola
una amenaza dentro
destino de caja
cofre de regalos y cuerpos de varón
o de hembras nuevos.
pellejo vacante canasta sin fondo
¿qué lleva esa mujer envase?,
redoma que se frota con polvos de lustrar
lámpara cargada
álbum de fotos cartas de amor
destino de isla continente hundido
aparato perfecto
caserón vacío
polisemia andante

Hoy no puedo escribir ningún poema...

Hoy no puedo escribir ningún poema
todo es descosido, sin hilván
inconexa coherencia
caza infructuosa de la palabra justa
sin claves sin incisos
-hasta por ahí nomás-
no hallo léxico de campo
comprensible
enunciador confuso
transido el desarrollo
próximo lo hiela
¡Vamos! ¿Imperativos sí?
¡Basta! Es en sí todo un texto
y hay un texto también en este cuarto
en tu bolso con ropas en desorden
¿Y dónde están las llaves?
-qué actitud del hablante, qué código cerrado-
tu desvío me aterra, el todo por la parte
un auto en marcha es ícono de duelo
y las lágrimas sinestesia cruel

ya no hay más repertorio
quizá en un lexicón de magia negra
halle la forma de decir te amo
pero andate, te odio no te vayas,
oxímoron perfecto
hoy y ayer antes todavía
cuándo, entonces
aunque porque
seré la más exacta en el puro
desvío de la punta de mis letras
en la cuerda discordia
el cordón del corazón con su nudo corredizo
alma desacordada de un cadáver exquisito
sin embargo, sin embargo, sin embargo
no robaré metáforas
una cosa por la otra
estoy acusada de hacerlo todo el tiempo
por manipulación astuta
y retórica perversa
te voy a contar las sílabas
las costillas

No cierra mal. No me amaina.

No cierra mal. No me amaina.
golpes en los postigones
los vientos arteros
tiran el techo sobre las hornallas

No cierra mi mal, no me amaina
sutura sin hilo
cura de palabra
confianza en astillas
tablilla de nada
la nada sostiene.

No cae porque espero
mi copa de azúcar
una rebanada, doraron mi píldora
envuelta en ensalmo
un abracadabra
una cicatriz –medalla
de posoperada-
y un licor de olvido

La mujer de mi vida cumple...

La mujer de mi vida cumple
de nacida, veintidós
y en setenta y dos días
veintidós de ausencia y todavía
no aprendí a llorarla

Rostro de futuro
que borra sus rasgos
construcción de madre
andamio de sangre
desarmado.

Los hombres de mi vida
-Los cinco-
no saben llorarla
muñeca olvidada, juguete imposible
hermana callada besos sin mejilla
hija sin zapatos
hueco en esta casa
nombre de los sueños, sombra.
Niña,
demasiado amada.

Receso de brujos...

Receso de brujos
vacaciones del mal
el alma se derrama,
hilo de miel que no sale del plato.
corchetes se abren
tregua inesperada
-No hables.
las armas en sus vainas
guardadas
-Yo callo también.
Las manos se abren en palmas de paz
no baten batallas
-No digas.
los puños, ovillos de abrigo
ocultan monedas
-¿En qué mano está?
abro el tesoro
sábanas de azúcar
cómplice humedad,
el silencio mío.
de prisa agotemos
este espacio.
Pues,
no hay modo, vendrán,
íncubos y súcubos
máscaras en llamas
a zanjar con puñales el enigma
tendal de cenizas
ecuación de sombras
y después
a juntar despojos,
ordenar cajones desarmar valijas
y empezar de nuevo
la ronda fatal, ruidos de palabras
hierros en la lengua
astas en las uñas, escape en los pies.

Biobibliografía

Genoveva Arcaute.
Nació en 1953 en La Plata. Es Profesora de Lengua y Literatura y Profesora de la Red Nacional de Formación Docente en la Facultad de Humanidades, de La Plata.
Colaboró en la revista “Humor".
Es coautora de la pieza teatral “De Dulce de leche y de chocolate” en cartel desde 1983 hasta 1992 en La Plata y Capital.
Ganadora del festival de teatro Independiente año 1988.